EL CIELO ESTÁ SOBREVOLARADO

Hay cielos y ¡cielos!. Hay cielos azules. Y grises. Y rosas. Y amarillentos. Cielos que huelen a lluvia y cielos que huelen a ceniza, a polución o a tráfico (de drogas). Hay cielos que saben a gloria, a nubes de azúcar, a infancia, a verbena, a ganas de amar, a reír y a llorar. Hay cielos que invitan a soñar, a pensar, a creer y a crear. Hay cielos que huelen a sal. Hay cielos que te piden a gritos que les mires y hay cielos que te gritan que encojas los hombros y corras, como una descosida, en mitad de la Gran Vía rumbo a Barajas a lo Forrest Gump. 

Hay cielos que empiezan en verde, en montaña, en asfalto y en mar. Esos son mis preferidos, los cielos que empiezan en cielo, los cielos en los que no sabes donde está el suelo, el horizonte, el mar. Los cielos en los que siete de cada doce meses son de color azul verano. Creo que miramos demasiado al suelo y deberíamos apuntar más alto.