El tobogán de mi trompa de eustaquio

Necesito dos palabras. Solo dos, pero precisas. Necesito frenar dos palabras que ahora mis oídos esquivan cada vez que las ven, como si no fueran con ellos, como si simplemente estuvieran jugando a tirarse por el tobogán en el que puede haberse convertido la trompa de eustaquio de mi oído derecho. Bajan y suben por la trompa del izquierdo como si fuera una escalera. Como dos niños que juegan a correr sin saber muy bien cuando llegará el final de la cola de esa pescadilla. Y venga a morder.





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